jueves, 8 de noviembre de 2007

UNA APARICIÓN DESPAMPANATE

Llegó el silencio como un anfitrión
con retraso, lo mismo que una estrella de cine
con el glamour a punto de ocurrir.
Tengo que confesar
que fue una aparición despampanante,
llevaba un traje negro de etiqueta
y una corbata ilustre sin colores estrictos;
parecía poder llevarse el universo
con una sola mano.
Comenzó el cóctel media hora más tarde,
la ginebra corría de unas bocas a otras
como si el hambre hubiera pasado
de largo
y la sed se escondiera entre los buenos modales.

Lo último que recuerdo
es un humo dorado rondándome los labios
y una apisonadora de carmín
extrayendo mentiras de mi estómago.
Hasta ahí, lo recuerdo todo a la perfección,
el resto es un dolor de cabeza irrepetible
y un sonoro apetito de victoria.

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